Estudios realizados en 1976, en
su fase preliminar, comprobaron la existencia de recursos hidroeléctricos en
el río Orinoco, pero en cuyo aprovechamiento habrían de considerarse aspectos
limítrofes de integración binacional.
Como se
sabe, el Orinoco colinda con 9 Estados y 17 vierten sus aguas en él centro de
una cuenca que abarca 600 mil kilómetros cuadrados dentro del territorio
nacional y 300 mil más allá de nuestras fronteras.
Los estudios
se realizaron mediante un convenio entre la Corporación Venezolana
de Guayana, el Ministerio de Obras Públicas y el Instituto Nacional de
Canalizaciones para el aprovechamiento del río Orinoco y sus afluentes. Se
estimó una potencialidad de 2.000 megavatios en los solos sitios de Atures y
Maipures.
Dicho
convenio implicó planificación, programación, método para la recolección de
información de campo y estudios mediante modelos hidráulicos, físicos o
matemáticos y otras investigaciones. Igualmente establece verificar en lo
posible el comportamiento de las obras que proyectan cada uno de los organismos
que lo firman, para el aprovechamiento integral del sistema fluvial,
especialmente en lo referente a la navegación, protección contra inundaciones,
recuperación de tierras y desarrollo hidroeléctrico.
El anuncio de
aprovechar el potencial hidroeléctrico del Río Orinoco, inmediatamente suscitó inquietud en el seno de los
ecologistas y biólogos como Daniel Novoa (en la foto), por las consecuencias
negativas que podría tener la ejecución de ese proyecto en el ciclo de vida de
la ictiofauna orinoquense. Sin embargo,
Rafael de León y Alberto Rodríguez Díaz, destacaban la gran importancia que
adquiría el saber de este potencial hidroeléctrico del Orinoco ante la crisis energética
mundial y los problemas de contaminación ambiental por los productos de la combustión de los combustibles
fósiles.
Afirmaban que el conocimiento de esta importante fuente de energía es fundamental
tanto para la programación del uso de todos los
recursos energéticos como para la programación del recurso agua.
Entre los factores que favorecen el máximo uso del
recurso hidroeléctrico, mencionaban que es un recurso energético renovable, prácticamente inagotable y de una
magnitud tal que su uso resulta en un ahorro considerable de los recursos energéticos no renovables limitados en cantidad, los
cuales pueden destinarse a otros usos más rentables en consonancia
con su valor intrínseco.
Por
otro lado, los aprovechamientos
hidroeléctricos no producen contaminación ambiental, a diferencia de la generación termoeléctrica que
constituye una de las causas principales de este problema.
La utilización del recurso agua para la producción
de energía eléctrica conlleva la necesidad de conservar los bosques
de las cuencas tributarias.
Los embalses contribuyen a la regulación de las
crecidas y pueden ser utilizados para el cultivo
de peces y en general para el estímulo de la vida animal y
vegetal.
La experiencia mundial ha demostrado que donde están
disponibles, a bajo costo, miles de kilovatios de energía
hidroeléctrica para usos metalúrgicos y particularmente
para la producción de aluminio, resulta económico construir grandes
fábricas en los sitios de las plantas, siempre que existan, por supuesto, facilidades de transporte. Es un principio básico
que el mercado va a los sitios donde se desarrollan grandes cantidades
de energía a bajo costo.
Los
adelantos tecnológicos en trasmisión de energía eléctrica permiten el aprovechamiento hidroeléctrico disponible en sitios
ubicados a considerable distancia de los centros de consumo.
Afirmaban que en la medida en que aumente la
carestía del combustible fósil crecerá la demanda de
hidroelectricidad y, por ello, consideraban de primordial importancia para el desarrollo y
aprovechamiento de la cuenca del Orinoco, ejecutar un estudio que contribuya a orientar la planificación y permita
evaluar el potencial hidroeléctrico aprovechable en las cuencas de los
ríos Orinoco, Cuyuní y Río Negro.(AF)
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