Además de Pailones, también hay que cuidarse de las Marías. “Cuídate de las Tres Marías” es expresión proverbial en la navegación por el Orinoco. Desde el estuario deltano hasta Puerto Ayacucho pueden repentinamente aparecer las “Tres Marías”: tres grandes olas que sobresalen del resto de las olas para anegar o sepultar la lancha o curiara que se desplace por el río.
Las olas menudas que rielan al río en trechos largos y repentinos se conocen con el nombre de “chapichapi”, particularidad fónica con la cual el curiarero o lanchero identifica a las olas pequeñas que chocan contra el casco de la nave en curso. También son fenómenos ocasionales, producto de las corrientes que se rozan antes de entrar en remanso.
Lo cierto es que los Pailones del Orinoco cuentan unas cuantas víctimas por inmersión que según la creencia popular son las ánimas que pueblan las costas a lo largo del río. Vale decir, los ahogados que jamás aparecieron o que nunca pudo localizar la totuma y la vela de la candelaria.
Del sortilegio de la vela y la totuma habla en su novela “La Ciudad de Piedra” el periodista Diógenes Troncone Sánchez en el capítulo final cuando la Guaricha , protagonista de la novela, es sepultada por las aguas luego de caer en uno de los hirvientes pailones del río. “Mucha gente arremolinada alrededor de una anciana que fumaba Güima, parloteaba y hacía comentarios del sortilegio de la vela y la totuma. “¿Eso dará resultado, misia?” “Claro que sí, mijito. La totuma, la vela y los rezos no fallan”. Pero esta vez fallaron pues la Guaricha nunca apareció. Una vela encendida fue colocada en el fondo de una totuma puesta a navegar en la zona donde los indicios indicaban el punto posible de la tragedia. Si llegaba a detenerse, seguro que allí los buzos encontrarían el cuerpo de la víctima, pero fue imposible un chubasco repentino acabó con el ritual supersticioso de ese día. (AF)
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