En la Laja de la Sapoara, hoy sepultada al pie del antiguo Cine Río, era realmente abundante en agosto el cardumen de Sapoaras imantadas por corrientes encontradas y tradicionalmente ahí se establecían desde la madrugada numerosos tarrayadores. Por ser la enorme laja empinada y resbaladiza el pescador tomaba sus precauciones, tenía conciencia plena de lo que significaba disparar como capote el esparavel. Había que tener uñas de acero en los pies y afincarlas poderosamente sobre la piedra inmensa. Allí, Gallegos, en su novela Canaima, puso en peligro la vida de Marcos Vargas mientras el poeta Héctor Guillermo Villalobos lamentaba: “¡Ay, mi madre! en el traspiés / Y nada más…El río brama / ¡Qué muerte resbaladiza! /Qué traicionera puntada! / Y así se lleva a los hombres / la Laja de la Zapoara”(AF)
Allí se tiró o se cayó al rio El Tenor De la Iglesia en 1940, se ahogó. Tenía programas de radio en las dos emisoras que había en Ciudad Bolívar en la época. su padre fue dueño de un banco privado, que se fundó por 1860
ResponderEliminarSopotocientas veces he pasado el Orinoco desde Puerto Blohm a Soledad y creo que existe una pequeña parte que se puede ver, sin embargo de no ser asì, se podrìa colocar en el Paseo Orinoco, con fines turisticos e historicos, una señalizaciòn del lugar donde todavìa esta. Gracia profesor por su delicadeza con nuestro Estado.
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