Oscar
Castro, era el pescador más antiguo del Orinoco cuando lo entrevistamos sobre
el Manatí y casi que olvidaba su nombre
porque la gente lo obligó desde muchacho a responder por “Corocoro”. Cuando lo entrevisté llevaba sesenta años pescando en el Orinoco y
vivía en la misma orilla del río padre, fumando cachimba y remendando redes
durante su tiempo de ocio.
Vivía en la margen izquierda del río, al
borde de la colina donde el armador Alberto Minet tenía la casa más placentera
de Soledad y desde donde se domina el empinado casco urbano de Ciudad Bolívar y
la Piedra del Medio que mide las subidas y bajadas del río.
Oscar Castro, además de pescador fue
fiscal de pesca y caza hasta que el MAC lo jubiló después de haberle servido
durante treinta años. Entonces era sesentón. Cuidaba Corocoro las tortugas de
Pararupa y también las bocas de los caños contra el aldrin y el barbasco que
suelen emplear los enemigos de la fauna orinoquense.
Cuando comenzó a ser fiscal de pesca,
asistió a unas cuantas charlas y aprendió muchas cosas, entre ellas, lo que
significaba continuar sin control con la captura del caimán, la tortuga arrau y
el manatí. Eran piezas de la fauna orinoqueña que corrían el riesgo de
desaparecer por la forma intensa e irracional de su explotación.
Castro creía que de estos anfibios, el
Manatí es el que está en desventaja. Quedaban pocos, acaso menos de un
centenar, incluyendo no sólo los que pueblan el Bajo Orinoco y Apure sino
también el Delta y el Golfo de Paria.
A Oscar Castro, bolivarense del Barrio la
Alameda, lo apodaban Corocoro, siendo éste un pez de mar y
él un hombre de río. ªEse apodo del que jamás pude librarme, se lo debo a un
maldito paisano que me encontró semejanza, no con el sabroso corocoro de mar sino
con esa garcita negra llamada así y que mucho anda por estos lares.
-Lo que quiere decir, que usted como la
Corocora tampoco sale del río.
-Así es. Desde la edad de 12 años no he
podido alejarme del río y cuando una vez quise cambiarlo por el mar, debí
regresar porque no es lo mismo naufragar en el mar que en el río donde la costa
está al alcance inmediato de uno. El río, chico, es mi vida, es mi manera de
ser y de sentir y la pesca el oficio más placentero del mundo. Y ahora, para
mayor fortuna del pescador, el pescado se paga bien, tanto o mejor que la
carne.
-Usted, por supuesto, ¿con tantos años de
pesca acumulados, debe estar rico?
-Qué voy a tener, estoy más limpio que el
c...
-¿Y esa casa, ese familión, esas redes,
esas curiaras, esos motores?
-Todo eso se lo debo al río, pero de allí
no pasa, porque si bien el pescado pasó a equipararse en precio a la carne, el
de los insumos ha subido tanto como el precio del dólar.
-Entonces, ¿la situación está mala para
usted?
-Para mí y unos cuantos.
-¿A qué partido político de tantos
pertenece, Corocoro?
-Nunca he sido político.
-Cuando votas, ¿por quién lo haces?
-No te puedo decir.
-Desde que tienes uso de razón ¿cuál
crees que ha sido el mejor Presidente de la República?
-Te voy a decir la verdad: Juan Vicente
Gómez y Marcos Pérez Jiménez.
-¿Conociste a Gómez, por casualidad?
-Lo conocí en Macuto. Tenía yo 18 años y
navegaba en un barco llamado el San Vicente.
Oscar Castro, primero que pescador fue marinero de los
barcos de la Venezolana de Navegación.
Recuerda que a muy corta edad lustraba zapatos y a los trece debió embarcarse
en El Amparo, capitaneado por el Cabo Vito, en el cual sufrió más de un
mareo cuando el barco salía del estuario orinoqueño rumbo a Trinidad, Maracaibo
o Curazao.
Un día se cansó de El Amparo y se embarcó en El
Delta, con el capitán Chity Pardo.
Allí conoció a Pedro Estrada,
trabajando como Contador. Él que se ganaría en la década del 50 el título de Chacal de Güiria dejó durante su paso
por el Delta, evidencias claras de lo que sería después cuando le tocó ser Jefe
de la terrible Seguridad Nacional. Perseguía
y amenazaba a la marinería para evitar que pasara alguna pacotilla de
contrabando.
Luego fue marino del Bienvenido, un barco inglés que hacía escala en Trinidad, Barbados,
Martinica, San Lorenzo y Cayena, transportando ganado desde Ciudad Bolívar.
Ganaba 27 dólares al mes, un poco más que en El Delta y casi lo mismo de lo que
comenzó a devengar después (1945) en el remolcador Alberto Lewis, donde prácticamente terminaron sus andanzas de
marino.
El Alberto
Lewis naufragó el 5 de diciembre de 1945 cuando remolcaba una chalana
cargada de yeso, desde Puerto Colón a Puerto Cabello. Se hundió en las Bocas de
Trinidad, entre Los Paticos e Islas de Patos.
-A punto de perecer ahogados estuvimos
once tripulantes que nadando buscábamos alcanzar la costa, cuando al cabo de
cuatro horas apareció el barco Aída y
la Lancha Fiscal de Güiria para socorrernos. A bordo venía Luis Piñerúa Ordaz,
quien era el Administrador de la Aduana.
-Pedro Estrada te trató mal y Piñerúa te
salvó. Allí está la diferencia entre Dictadura y Democracia: sin embargo, tú
tienes mejor percepción del gobierno dictatorial ¿por qué?
-Por el orden, la disciplina. Hoy en día
cualquier pavito te falta el respeto y si lo reprendes con un jalón de oreja,
inmediatamente te cita el Consejo Venezolano del Niño.
-El Instituto Nacional del Menor ¿querrás
decir?
-Para el caso es igual, chico.
-De manera Corocoro, ¿qué la democracia
definitivamente no funciona?
-Sí funciona, lo que pasa es que tiene
las manos muy blandas, pero no vayas a poner esa vaina.
Oscar Castro es un personaje pintoresco de la angostura del
Orinoco. Muy solicitado por quienes desean navegar el río y enterarse de la
pesca artesanal. Cosa rara, Corocoro no cree mucho en la religión católica,
tampoco en brujería ni en nada por el estilo. Sin embargo, le preguntamos si
creía en Dios.
-No creo en Dios sino en una mano
poderosa.
-Entonces, ¿niegas la existencia de Dios?
-¿Quién vió a Dios para retratarlo? Nadie
-¿Y en Jesucristo?
-No, porque se dejó j... por los judíos.
-Pero, resucitó.
-Ese es el negocio de los curas.
-¿Y en los Santos?
-No en los de cartón, ni en los de palo o
yeso.
-¿Y en la Virgen del Valle?
-¡En esa si es verdad que no dejo de
creer! (AF)
No hay comentarios:
Publicar un comentario